lunes, 8 de diciembre de 2008

No bote su aguinaldo.



Don Sofonías Pereira tomó la hoja de papel, cuando don Miguel Tadeo le dijo: “Ma, Chofo, leete esta vaina que he escrito”. Apretando los ojos tras los lentes, el jubilado encaminó la lectura.
“¡N’ siá tonto! Aguántese las ganas de gastar, que, con los tiempos que corren, no está la Magdalena para tafetanes. Incluso si usted gana bien, o tiene rentas sólidas, sea prudente. Con más razón, si usted es trabajadora de maquila, obrero, ordenanza, mensajero, empleada o empleado de mostrador, maestro, maestra, secretaria, muchacho o muchacha de restaurante, empleada de comedor, en fin: si es usted una de esas personas que trabajan hasta matarse y ganan para morirse.
En Navidad, más que en otra época, el vivo vive del tonto; y el tonto,... ya usted sabe lo que sigue. En estos días, el nacimiento de Cristo pasa a segundo término y ocupa su puesto el repunte del comercio. Por ahí dicen que regalar en Navidad es regalar felicidad. Mentira. La felicidad no se regala: se construye día a día con los mejores ladrillos del espíritu. A usted lo empujan a regalar algún chunche a su consorte, a los hijos, a los suegros, a los yernos, a los compadres, a los sobrinos, al vecino, al cara de barro que, sin haber hecho méritos, anda preguntando: ¿y mi Navidad?; al... en fin, le despiertan a usted tal sentimiento de compromiso, que se obliga a comprar algo, aunque sea a última hora, para cumplir.
¿Se ha puesto a pensar en que el destinatario de su regalo puede estar en la misma situación, y que, para salir del paso, solo le pondrá una nueva tarjeta al regalo que usted le dio y lo entregará a otro destinatario con quien también se siente comprometido? ¡Y me pegunta usted que si pasan estas cosas! ¡¡Claro que pasan!! Y van a seguir pasando, mientras la Navidad sea lo que es hoy.
¡Y no me vaya a decir que piensa gastar en pólvora! ¿Va a quemar así los dólares que con tanto esfuerzo ha ganado? ¿Ya vio los incendios mortales que han desatado las fábricas clandestinas de este quemapisto nefasto? Imagínese que alguien de su familia queda achicharrado. ¿Le gustaría?
Usted me dirá: ¿y entonces qué hacer en Noche Buena? Le respondo. Primero, volver buena la noche: no tragos, no pleitos, no cohetes, no chunches innecesarios; ir al oficio espiritual, si es miembro de alguna iglesia; algún bocado sencillo para comer en familia; si regala algo, que sea a los niños; y un abrazo muy del alma, que es el mejor regalo, a los seres amados que estén con nosotros a esas horas. ¿Qué más quiere para una Navidad memorable? Así que... N’ siá tonto. No bote su aguinaldo. Vienen los gastos escolares, y la famosa crisis puede apretar duro en enero y febrero”.
Don Sofonías terminó de leer las letras de su amigo dilecto. “Hubieras sido periodista”, le dijo. “¡A cuánta gente le abrirías los ojos con las cosas que decís!” Luego, se adentró en sus reflexiones: “Con mi pensión y lo que gana la Teba, no hay mucho para gastar. Ella siempre pone el Nacimiento. Piensa hacer tamales con la gallina que está engordando. Vamos a ir a misa a las ocho, con los compadres; después, vamos a cenar todos juntos; ¡y nos va a hablar Lalo, desde los Estados...!” Y al recordar al hijo, al viejo se le fugó un suspiro.

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