viernes, 27 de noviembre de 2009

La gran cogezón

Sentado ante el ordenador, don Sofonías Pereira tecleaba un mensaje para Eulalio, su hijo radicado en Estados Unidos. Concluido, un teclazo lo pondría tierras allá.
Escrito por Francisco Andrés Escobar.

“Lalo: ya sabrás lo que nos dejó el huracán Ida. Aquí donde nosotros no pasó nada; pero en muchos lugares las correntadas se llevaron sembradíos, casas, animales y gente. En la capital, se inundaron varias colonias. Ahora bien, es cierto que la naturaleza tiene su fuerza; pero también uno contribuye a empeorar los males.

Mirá: cerros y volcanes están pelones. La gente ha cortado los palos, para hacer madera o leña, y ha levantado casas en laderas empinadas. ¡Eso es pendejada! Los árboles y sus raíces son los diques de crecientes y ríos. Sin palos, no hay diques, y el agua arrasa todo. ¿Y qué pasa en la capital y en otras ciudades? Que la gente chuca, después de comer algo o beber agua de bolsa o botella, tira a la calle la basura. Y esa va a parar a los tragantes. ¡Los tragantes son para agua llovida! Con otros desperdicios, las tuberías se taquean, revientan ¡y viene la gran inundación! ¡Y a llorar!

Pero estas cosas no son nuevas. Miguel Tadeo me trajo un libro de un señor Lardé y Larín. ‘El Salvador, inundaciones e incendios, erupciones y terremotos’ se llama. ¡Vieras qué arrechito! Cuenta cómo ha sido el país y las tragedias que ha pasado. Nada de ahora es nuevo. Los brutos somos nosotros, que no aprendemos.

Hay tres cosas que debiéramos saber: primera, que siendo el país tan pequeño, ha sido un error sobrepoblarlo; segunda, que no se debe construir a tontas y a locas; tercera, que se debe respetar la naturaleza. Ella tiene sus medios para regularse. Si el hombre los trastorna, vienen tragedias.

Pero ¿qué pasa? Que seguimos reproduciéndonos como conejos. Y no hay quien ponga paro con una buena educación sexual y reproductiva. (El padre Benítez, que no se anda con cuentos, el otro día, en un sermón, dijo: ‘Aquí se van a resolver muchos problemas cuando la gente pare la gran cogezón que tiene’. Algunas beatas se salieron de misa. Yo, que había ido con tu mamá, casi aplaudo.) Y es que ha sido política de los dirigentes del país mantener abundante la población, y mantenerla pobre e ignorante. ¡Así hay mano de obra barata y, a la hora de elecciones, votos!

Y con lo de las construcciones, esto es un desmadre: toda loma, cerro o potrero se juzga ocioso, y allá va el dueño: ¡a lotificarlo! El país es una sola lotificación de punta a punta. Claro, el gentío quiere en qué vivir, y compra, alquila o invade donde sea. Y de otras formas de ataque a la naturaleza –ruido, gases, radiación eléctrica– mejor ni te cuento.

Después del huracán, de todo esto pocos dicen poco. Llaman a ayudar. Y eso está bueno. Pero también debieran educarnos. Habemos personas burras, a las que tienen que decirnos muchas veces las cosas para que entendamos.

Bueno, hijo. Ya no sigo. Nos vamos a deprimir, sobre todo si te hablo de la corrupción de gobiernos nacionales o municipales que, con tal de güeviar, no le dieron mantenimiento a puentes, carreteras, tuberías; y no hicieron, o hicieron mal, otras obras de mitigación de riesgos.

Saludes a tu mujer y a los cipotes. Si algún día volvés a ver a tu hermana Candita, decile que nosotros aquí estamos. Tu papá.”

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