Con su prominente barriga y los cachetes y la nariz colorados, Papá Noel está enviando el mensaje equivocado: promueve la obesidad e incluso el alcohol al volante.
Quizá el viejito simpático debería bajarse del trineo y caminar, dejar a un lado los pastelitos y aflojarle al brandy y la cerveza, dice la investigación apadrinada por la Universidad de Monashn en Melbourne.
Papá Noel, afirma el estudio, es una de las figuras más conocidas a lo largo y ancho del globo, y es hora de que empiece a cuidar su salud, porque hasta ahora es un malísimo ejemplo.
¿Un cambio de imagen?
La imagen tradicional del abuelito simpático y alegre hace pensar que la gente obesa es feliz.
Su artículo no debe tomarse al pie de la letra, dice Nathan Grills, el científico que lo firma, pero es una buena cosa refrescar estos asuntos de salud pública, agrega.
"Las compañías lo han obligado a vender cigarrillos y alcohol, y ahora -en Australia, al menos- lo tenemos también en publicidades de comida chatarra", dice.
"¿Debemos dejar que Papá Noel venda comida chatarra? Son preguntas de salud pública que deberíamos hacernos", remata.
Tanto o más preocupante es que Santa Claus consuma semejantes cantidades de alcohol mientras reparte regalos. Toda la cerveza, el brandy y el jerez que se le deja en las casas la noche de Navidad hace que este hombre no esté en condiciones de manejar el trineo.
Es más, debería hacerlo a un lado, y encontrar una forma más saludable y menos peligrosa de repartir los regalos. Podría hacer su ronda trotando.
Como si todo esto fuera poco, se van a investigar en mayor profundidad los hábitos de Papá Noel, antes de declararlo una amenaza para la sociedad.
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