miércoles, 22 de octubre de 2008

Patacho de mulas.

A don Sofonías Pereira el tortazo le cayó en el mero hocico, como luego diría, al referirle, airado, el incidente a su mujer: “Fijate, que yo venía bajando por la calle, cuando pasó un bus. Algún hijo de maceta se iba hartando sandía y aventó la cáscara. ¡Solo a darme en la trompa vino! Y de paso me manchó la camisa. A saber cuánto le costó al pobre Lalo, solo para que un pelele que no sabe ni la o en redonda me la haga leña el primer día que la uso. ¡Porque tirar la basura en cualquier parte es cosa de ignorantes!
Antes, desde kínder le enseñaban a uno a comer usando bien los trinches; a sonarse con pañuelo; a taparse la nariz y la boca cuando se estornuda; a echar la basura en los basureros... ¡Hoy, qué diablos! Mucha gente agarra los cubiertos como que fueran garrotes; para sonarse, se tapa un hoyo, y por el otro avienta el candelazo; si es de estornudar, suelta el estampido y moja donde puede; y con la basura: aunque tenga enfrente el cumbo, tira las porquerías donde le ronca la gana. Por eso, calles y carreteras están que dan miedo, de chucas.
¡Pero yo voy a los que mandan! ¿Por qué no enseñarle a la gente a comportarse, a ser considerada, a respetar el derecho ajeno? Yo me fijo que, en propaganda política y esas carambadas, ¡gastan pistales! ¿Que no les da el cerebro para pensar que parte de ese pisto lo pudieran gastar los diferentes ministerios en educar? Aquí, a viejos y jóvenes deben educarnos sobre el sexo. Como dice Miguel Tadeo: tenemos que aprender a hacerlo con gozo y con responsabilidad. Debemos aprender a no comprar en las calles, que es el único modo de acabar con las ventas ambulantes. Aquí, tenemos que aprender a no martirizar los oídos del vecino, con la tele o los aparatos a todo volumen, para salir luego con la patanada de ‘yo estoy en mi casa’. Aquí, tenemos que aprender a ser limpios, decentes...
Yo me acuerdo que, cuando empezó la tele, salía una señora de apellido Castellanos que enseñaba cortesía. Al principio, a los patanes —que nunca han faltado— aquello les pareció ridículo. Pero mucha gente aprendió a conducirse. Y vos te acordarés, Teba: en la escuela, a uno lo formaban con el manual de urbanidad de Carreño. No le enseñaban a uno a ser artificial, sino a comportarse naturalmente como persona...”
Mientras enjuagaba la manchada camisa, el jubilado seguía atronando: “Fijate: en los colegios católicos y cristianos, mucho sermón y esas vainas, ¡y nada práctico para el trato con los demás! ¡Y de los colegios laicos, ni hablar! ¡En la capital, se viven volando piedra algunos colegios con otros! Educar no solo es que la gente se llene la cabeza datos, o que pueda hacer carambadas. Es también que sepa vivir y convivir. Pero eso, a pesar de la modernización que se dice, no lo entienden ni los ricos, ni los pobres, ni los gobernantes, ni los gobernados, ni los maistros, ni las maistras, ni muchas nanas, ni muchos tatas...”
Desfogada un tanto la ira, don Sofo acomodó la camisa en un alambre, bajo el sol fulgurante: “Así que el país es casi una mulada, Teba. Y ya se sabe: en un patacho de mulas, ¡solo patadas se oyen!”
Francisco Andrés Escobar. franescobar@hotmail.com

No hay comentarios: